na Fernández tenía 39 años cuando se palpó un bulto en el pecho en una autoexploración. Acudió al ginecólogo, le hicieron pruebas y a la semana ya tenía el diagnóstico: cáncer de mama. «En el momento en el que escuchas la palabra cáncer, piensas que te vas a morir», explica. Tras muchas idas y venidas al hospital, llegó el día de la operación, «por suerte» no había otras zonas afectadas. Después de la intervención quirúrgica los médicos decidieron hacerle una plataforma genómica, una prueba para conocer el comportamiento y nivel de actividad de la enfermedad y así poder dar un tratamiento personalizado. Para sorpresa de Fernández, no le dieron quimioterapia.

«En el primer momento me generó un poco de inquietud, pero después fui entendiendo que había sido una suerte librarse de sus efectos secundarios», confiesa. Es por ello que unos cuatro meses después de la intervención pudo volver a su trabajo: «Si me hubieran tenido que dar quimio el proceso se hubiera alargado, como mínimo, seis meses más». Comenzó entonces con el tratamiento preventivo, una terapia hormonal, que tuvo que interrumpir para cumplir su sueño: ser madre. Ahora, echa la vista atrás y, a pesar de los momentos tan duros que ha vivido, relata emocionada: «Estoy aquí y tengo a mi hijo que acaba de cumplir dos años, tengo mucha suerte».

Cada vez son más las mujeres que, al igual que Ana, no tienen que pasar por la quimioterapia para hacer frente al cáncer de mama. «Gracias a la investigación, cada vez hay más tratamientos no citotóxicos que no son la quimioterapia tradicional», asegura José Ángel García Sáenz, oncólogo médico en el hospital Clínico San Carlos e investigador de la Fundación Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (Geicam). Según explica, la idea es ir «desescalando» la quimioterapia anacrónica por opciones «más específicas y con una menor toxicidad».

Personalizar según el tumor

El oncólogo insiste en que es «importante» conocer el tipo de tumor para saber cuál es el tratamiento más recomendable. García Sáenz expone los cuatro subtipos de cáncer de mama que existen. Los dos primeros reciben el nombre de Luminal A o Luminal B, son tumores hormonosensibles que abarcan, aproximadamente, el 65% de la enfermedad. «Usando terapias hormonales podemos intentar bloquear el estrógeno o dirigirnos al receptor para evitar la quimio», desarrolla. Además, el doctor recalca que el «mayor» avance científico en este tipo de tumores son las plataformas genómicas, porque gracias a ellas, «siete de cada diez mujeres a las que hace diez años hubiéramos tratado con quimioterapia, hoy no la reciben».

El tercer tipo de tumor es el HER2, que representa en torno al 15% del total. Este tipo de cáncer es «muy agresivo» y las terapias para tratarlos, que no son la quimioterapia clásica, actualmente están diseñadas para «atacar a la proteína HER2 como un misil, evitando dañar otras células que no tengan esa expresión». «Hace diez años solo teníamos disponibles dos tratamientos de este tipo, hoy contamos con ocho», reseña el oncólogo.

Por último, está el tumor triple negativo, que abarca alrededor del 20% de los cánceres de mama. «Hasta hace meses tratábamos todos con quimio porque no había otras opciones, pero este año ha habido un avance brutal y ya existen medicinas que están consiguiendo aumentar la tasa de curación o prolongar la vida». Otro de los últimos avances para tratar estos tumores ha sido la inmunoterapia, que «enseña» al sistema inmune a tener «capacidad antitumoral».

Facilitar la logística

Una de las personas que ha vivido el avance de estas terapias ha sido C.D. -que prefiere no revelar su identidad- una mujer que en 2010, con 31 años, tuvo que pasar por una quimioterapia para tratar un tumor de mama localizado, pero en estadio avanzado. Se recuperó y en el 2018 tuvo una recaída en una costilla, con la diferencia de que el tratamiento esta vez era vía oral. «Sentí alivio. En lo que más noté diferencia fue a nivel logístico, ir al hospital y las infinitas horas que pasas allí afectan mucho al estado anímico», recalca. Estas pastillas, con las que tiene que estar cinco años, las compara con tomarse un ibuprofeno.

«Los efectos secundarios de la quimio son muy duros, ahora tomo mi medicación después de comer y hago mi vida normal, sin nadie que tenga que estar viviendo conmigo las infinitas horas en la sala de espera del hospital», expone. «La quimioterapia se asocia con alopecia, astenia o dolor, pero estos tratamientos empiezan a interferir cada vez menos en la calidad de vida de las personas», añade García Saénz.

Josefa Malvido también es conocedora de la situación. Ella padeció la enfermedad hace siete años y lo que parecía un simple dolor en el pecho derecho se convirtió en una mastectomía. «No tuve que someterme ni a quimioterapia ni a radioterapia. Tomé tamoxifeno -un modulador selectivo de los receptores de estrógeno- durante cinco años y una inyección cada tres meses durante dos años», cuenta Malvido. Esta gallega ya puede decir que, tras numerosas dificultades, ha finalizado este año su reconstrucción mamaria.