¿Cómo son los diferentes subtipos de cáncer de mama?

Por Administrador SESPM

¿Cómo son los diferentes subtipos de cáncer de mama?

Fuente: www.revistalvr.es

Uno de los mayores retos a los que se enfrentan los oncólogos es hacer ver a la ciudadanía que la palabra «cáncer» engloba más de 200 enfermedades diferentes. Lo mismo sucede con el término «cáncer de mama»: agrupa a diversas enfermedades muy distintas.

La mayoría de los cánceres de mama son de origen epitelial. El epitelio es la capa externa de nuestra piel y los cánceres que se inician ahí se denominan carcinomas. Es menos frecuente que el cáncer se origine en otros tejidos como el músculo, la grasa o el tejido conectivo. A estos casos se les denomina sarcomas.

Tipos de cáncer de mama

Según datos del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM), el cáncer de mama más frecuente según su localización es el carcinoma ductal invasivo. Supone entre el 70-80 % de los casos. También se le conoce como carcinoma ductal infiltrante. El segundo más habitual, pero mucho menos frecuente, es el carcinoma lobulillar invasivo, entre el 5-7 % de los casos. El tipo más frecuente de cáncer de mama no invasivo es, como su nombre indica, el carcinoma ductal in situ, también denominado carcinoma intraductal. Otros tipos de cánceres de mama poco frecuentes son el carcinoma inflamatorio de la mama, la enfermedad de Paget de la mama y el tumor filodes (o cistosarcoma filodes).

Clasificación en subtipos moleculares

El 26 de junio de 2000, se presentó el primer borrador del genoma humano, la secuencia de ADN que está contenida en los 23 pares de cromosomas que están en el núcleo de cada una de nuestras células. Supuso el primer paso de un largo camino de investigación genética que ha permitido grandes avances, especialmente en la individualización de los tratamientos. Ahora la medicina personalizada permite ofrecer a muchas pacientes terapias diana que actúan directamente en los mecanismos moleculares que causan el tumor.

En este ámbito, hay tres conceptos clave: RH, HER2 y Ki67.

RH

El primero, RH, son las siglas de receptor hormonal. Si el tumor es RH positivo (RH+), se trata de un tumor que tiene receptores de hormonas –estrógenos o progesterona– que favorecen el crecimiento tumoral. Por el contrario, si el tumor es RH negativo (RH-) sus células no tienen receptores para estas hormonas.

HER2

HER2, por su parte, son las siglas en inglés de una proteína denominada receptor del factor de crecimiento epidérmico tipo 2. En este caso, un tumor HER2 positivo (o HER2+) es aquel en el que las células tienen niveles elevados de este receptor, que se ha asociado con tumores de mama más agresivos. En los tumores HER2 negativos (HER2-) las células tienen niveles normales de este receptor.

Ki67

Por último, Ki67 es un marcador de proliferación celular: permite calcular el porcentaje de células del tumor que está en divsión cuando se diagnostica el cáncer.

Distintos tipos de tumores

La combinación de las características RH, HER2 y Ki67 define los distintos tipos de tumor: pueden ser luminal A, luminal B, triple negativo y HER2 positivo. El cáncer de mama luminal A es aquel con tumores RH positivos, HER2 negativos y un Ki67 inferior al 20 %. Supone entre el 25 y el 50 % de todos los tipos de cáncer de mama y es el de mejor pronóstico. Por su parte, el luminal B es aquel con tumores RH+ y HER2 positivo o negativo. Supone entre el 25 y el 45 % de los tumores de mama.

Luminales A

En los luminales A en pacientes con enfermedad avanzada, la tendencia es el uso de la hormonoterapia junto con unos nuevos tratamientos denominados inhibidores de ciclinas (con fármacos como palbociclib, ribociclib y abemaciclib), que permiten retrasar el uso de la quimioterapia. El descubrimiento de una nueva diana, la mutación Pi3K, va a permitir la aprobación a muy corto plazo de otro nuevo fármaco, llamado alpelisib, que también va a retrasar el uso de quimioterapia.

Luminales B

En los luminal B, además de la quimioterapia, se suelen usar tratamientos hormonales. Y, en algunos casos, también terapias biológicas frente a HER2. De hecho, en enfermedad precoz, algunos estudios han demostrado que el tratamiento hormonal con un inhibidor de ciclinas puede ofrecer resultados tan buenos como la quimioterapia. Y así, llegar a ser una alternativa de tratamiento en pacientes con alto riesgo de recaída, como los luminales B. Su principal ventaja es que la toxicidad es mucho menor por lo que, a diferencia con la quimioterapia, el impacto en la calidad de vida de las pacientes es mínimo.

Cáncer triple negativo 

El cáncer de mama triple negativo es aquel que tiene tumores RH negativo y HER2 negativo. Es de un perfil más agresivo y supone entre el 15 y el 20 % de los tumores de mama. Se caracteriza porque sus células tumorales suelen tener más alteraciones genéticas. Los tratamientos actuales están basados en quimioterapia, por eso se trata de ahondar más en las causas biológicas de estos tumores. Existen diversos ensayos clínicos en este ámbito que han logrado resultados, como los estudios con inhibidores de PARP en aquellas pacientes con mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2. También la inmunoterapia muestra resultados prometedores en enfermedad metastásica usando el fármaco atezolizumab. En enfermedad precoz, los datos de un ensayo clínico con pembrolizumab y quimioterapia han mostrado un aumento de las tasas de respuestas.

Nuevos fármacos en camino

Por último, el cáncer de mama HER2 positivo es aquel con tumores RH negativo y, como su nombre indica, HER2 positivo. Supone entre el 18 y el 20 % de los tumores de mama. Existen numerosos fármacos para tratarlo, como trastuzumab, pertuzumab, T-DM1 y lapatinib. La gran novedad en este campo ha sido la aparición, en enfermedad metastásica, de tucatinib y trastuzumab deruxtecan, con resultados muy relevantes en los ensayos clínicos, por lo que se estima que pronto estarán disponibles para las pacientes.

Especialmente importantes fueron los datos de este último fármaco: se presentaron en diciembre de 2019 en el Simposio de Cáncer de Mama de San Antonio (Texas), que es la cumbre anual de la especialidad. Los estudios se realizaron en pacientes muy tratadas previamente, con tasas de respuesta muy importantes y, además, retrasando la progresión de la enfermedad. El fármaco está en espera de aprobación.

Por su parte, en enfermedad precoz, está previsto que se incorpore en breve T-DM1. Este nuevo fármaco está indicado en aquellas pacientes en las que, tras un tratamiento neoadyuvante –es decir, antes de la cirugía–, no ha desaparecido el tumor ni en la mama ni en la axila.

«Uno de los mayores retos a los que se enfrentan los oncólogos es hacer ver a la ciudadanía que la palabra “cáncer” engloba más de 200 enfermedades diferentes»

Testimonios de pacientes

LA HISTORIA DE SILVIA

(luminal A)

El momento del diagnóstico fue, para mí, el peor de todos los delicados momentos que conforman este proceso. Fue el 9 de mayo de 2019. A las diez de la mañana. Estaba en casa y recibí la temida llamada de mi ginecólogo. Le di las gracias y colgué. Sentí un miedo visceral, paralizante, y una tristeza muy dolorosa y profunda al comprender que acababa de perder mi salud. Pasé así dos semanas, llorando sin parar, hasta que empecé con la quimioterapia.

Una parte de mí lo sospechaba, la otra se esforzaba en apartar a plumazos ese pensamiento. No me encontraba mal, sin embargo llevaba unos años con un estilo de vida extremadamente estresante, al límite. Resultó complicado entender el tipo de cáncer que tenía. Mi oncólogo, perteneciente a la salud privada, no parecía muy motivado a explicarme qué tipo de cáncer tenía, además de que este era hormonal y a pesar de mi insistencia.

Tampoco se me informó del nombre de los tratamientos que iba a recibir. Se me facilitaron una noche al presionar por teléfono mientras me encontraba en urgencias tras una intoxicación por una única dosis de quimioterapia que me tuvo ingresada una semana y de la cual mi médula no se recuperó hasta al cabo de 42 días, siendo el máximo de 21.

Tras ello comprendí que mi lugar estaba en la medicina pública. Mi médico de cabecera del Centro de Atención Primaria, extremadamente empático y eficaz, facilitó el cambio y cono- cí entonces a mi actual equipo médico, con el que me siento muy privilegiada. Con ellos la comunicación es sencilla, directa y honesta. Sientes que están trabajando para tu propio bienestar y el social, pero también contigo, no te dejan sola en ningún momento ni aspecto.

El cáncer es una enfermedad silenciosa con tratamientos que hacen mucho ruido. Por un lado, sientes perder tu cuerpo en los efectos secundarios, y por otro, comprendes la grandeza del mismo al experimentar las batallas que libra con inteligencia y perseverancia. Es una lección de humildad. Tu identidad y feminidad desaparecen también, sacando entonces a flote tu esencia. Quizás por ello dicen que esta enfermedad “ilumina”. Pienso que lo más complicado es encontrar un equilibrio emocional ante el tinglado fisiológico y psicológico que, de repente, tienes montado. Y la aceptación es complicada también: aceptar que enfermamos, que somos frágiles y vulnerables. Que el miedo es muy peligroso. Aceptar que personas que creíamos imprescindibles podrán alejarse, decepcionarnos o abandonarnos. Pero que siempre aparecerán otras que nos tenderán una mano y que esas son las realmen- te importantes. Y que, por encima de todo, nos tenemos a nosotras mismas.

Justo ahora he terminado mis sesiones de radioterapia y empezaré con el tratamiento hormonal de cinco años de duración. Me siento agradecida, esperanzada, pero expectante también. El nivel de miedo ha descendido pero sigue ahí, obviamente no puede desaparecer de la noche a la mañana. Comprometida a cuidarme y a vivir la vida que realmente deseo.

A una persona que sea diagnosticada hoy con mi mismo tipo de cáncer de mama le recomendaría, sin duda, que se pusiese únicamente en manos de profesionales en los que confiase. Y que no negase sus emociones. Un diagnóstico de este tipo es serio, y no es momento de callar o maquillar cómo te sientes por el “qué dirán” o “no molestar”, una conducta desgraciadamente muy propia de las mujeres y supongo que de la sociedad actual en general. Y así nos evitamos que la contención derive en depresión una vez acabe el proceso, y salir de un agujero para meternos en otro. Acudir a un psicólogo si es necesario. No estamos obligadas a poder solas con todo, todo el tiempo. Yo lo he hecho, y sé que su profesionalidad y apoyo han sido cruciales para mantenerme a flote en muchos momentos. Por último, cultivar la paciencia. Y el amor propio, sin límites.

LA HISTORIA DE LAURA

(luminal B)

Una mañana de mediados de mayo de 2019, mientras me enjabonaba en la ducha y al pasarme la mano por la axila izquierda, me palpé un bultito y pensé que había algo que no pintaba bien. Una semana después se lo comenté a mi ginecóloga, porque tenía un control y me programó mi primera mamografía y ecografía. Nunca me habían hecho ninguna porque tenía 37 años y no tengo seguro privado.

Efectivamente, mientras me realizaba la ecografía, la doctora me dijo que era un ganglio inflamado y que tenía microcalcificaciones en el pecho izquierdo. Decidió biopsiarme ese mismo día y yo ya sabía que tenía cáncer de mama, aun sin tener los resultados de la biopsia porque a mi hermana sí le hacían una ecografía cada año por tener calcificaciones, por suerte para ella, benignas. El 14 de junio de 2019 me confirmaron que tenía cáncer de mama y activaron el protocolo en el Hospital Moisés Broggi de Sant Joan Despí, en Barcelona.

Mi enfermera del hospital me explicó por primera vez el tipo de cáncer de mama que tenía tras el resultado de la biopsia. Luego me lo volvió explicar mi cirujana cuando recibieron el resultado de anatomía patológica: es de tipo hormonal, luminal B. Cuando tuve la primera visita a mi oncóloga -ya me habían operado dos veces- ella me lo explicó también muy bien, más detalladamente. Me dijo que mi tumor se alimentaba de mis hormonas, estrógenos y progesterona. Y que, aunque eran varios focos pequeñitos, era bastante agresivo, tenía dos ganglios afectados, de ahí la importancia de la quimioterapia, de la hormonoterapia y de la radioterapia.

Siempre he sido muy positiva, muy sonriente y lo sigo siendo. Pero sí es verdad que cuando me dieron la noticia lloré como nunca había llorado porque tenía miedo a morir. ¡Soy madre con custodia total de un niño de 11 años y una niña de 8! Pero lo he llevado muy bien todo el proceso gracias a la ayuda de mi familia, de mis hijos, de mi pareja, de mis amigos y compañeros de trabajo. No he necesitado de momento acudir al psicooncólogo.

Quizás hay tres momentos angustiosos en mi proceso que más recuerdo. El primero, es que al mes de estar operada -tumorectomía y linfadenectomía- tuve que entrar de nuevo a quirófano para someterme a una mastectomía y reconstrucción con prótesis del pecho izquierdo. El segundo fue cuando empezó a caerse el pelo tras la primera dosis de quimioterapia. Pero, en cambio, no me costó coger la máquina y raparme; sabía que era un momento que tenía que pasar y estaba mentalizada. El tercer momento más angustioso, y que aún me cuesta aceptar, es cuando me miro al espejo y me veo sin pecho izquierdo. Me bajaron tanto las defensas con la primera quimio que tuve rechazo de la prótesis y me impactó verme de golpe sin pecho, aunque sé que, a principios del año que viene, me volverán a reconstruir. ¡Ahora entiendo la importancia de la reconstrucción si es posible en el mismo momento en quirófano!

Lo digo riendo, pero estoy agotada y con sofocos, porque soy ‘quimiopáusica’. Llevo 14 quimios en mi cuerpo, me quedan dos para acabar y para que me quiten el catéter picc del brazo. Luego, ya me lo ha adelantado mi oncóloga, empezaré con la hormonoterapia, pastilla e inyecciones, quiere inducirme la menopausia por el tema hormonal y, posteriormente, empezaré con la radioterapia. Serán unas 25 sesiones.

Mi recomendación para una persona que sea diagnosticada hoy con este mismo tipo de cáncer de mama, es que tenga mucha paciencia, porque es un proceso largo y duro en cuanto a tratamientos y a efectos secundarios. Pero que todo pasa y todo llega y que intente ser positiva y no tenga miedo a una recaída. Lo que sí he aprendido con esta enfermedad es a ver la vida de manera distinta a como lo hacía antes. Mi consejo es que hay que vivir la vida cada instante como si fuese el último, porque todos tenemos fecha de caducidad.

LA HISTORIA DE PEPI

(HER2)

Recuerdo que un domingo a finales de febrero de 2015, cuando estaba en la ducha me noté un bulto en la mama derecha. Me diagnosticaron una mastitis y me prescribieron antibiótico durante un mes. El bulto no remitía, así que me practicaron una biopsia. Fue entonces cuando pensé que podía tener algo malo. Me llamaron por teléfono y me citaron para recoger los resultados: el cirujano me confirmó que tenía cáncer de mama. Gracias a Dios, en todo momento fui acompañada por mi hermana que es mi ángel de la guarda. Ella me cogió las manos, me miró a los ojos, me abrazó y me dijo que lo superaríamos juntas.

De la primera conversación en consulta que tuve con mi oncóloga, la doctora Fátima Toscano en el Hospital de Río Tinto (Huelva), recuerdo su sensibilidad al preguntarme cómo estaba. Me transmitió tranquilidad al explicarme el tipo de cáncer de mama que tenía, HER2+, su tamaño, localización y cuáles serían todos los pasos del tratamiento. Su humanidad y empatía hicieron crecer, en mi hermana y en mí, nuestra confianza en ella y en su enfermera Carmen. Siempre he tenido muy buena comunicación con ellas y con las enfermeras del hospital de día, Nuria y Manuela. Siempre han respondido de una forma muy comprensible a cada pregunta que le hacíamos mi hermana y yo.

Mi oncóloga me prescribió seis sesiones de quimioterapia cada 21 días. Para mí lo más complicado del tratamiento fueron los efectos secundarios de la quimioterapia. Porque al tercer día ya me afectaba muchísimo. Tenía que permanecer en la cama por los dolores musculares. Me debilitaba mucho, precisando ayuda para moverme. Además, tenía náuseas y vomitaba casi todo lo que comía. Solo toleraba licuados de fruta y puré de verduras. En la segunda consulta de revisión, le expliqué a mi oncóloga todos estos efectos secundarios que tuve. Ella me tranquilizó, explicándonos su origen y me prescribió medicación para prevenir las náuseas, los vómitos y batidos medicinales para los días que no toleraba ningún alimento.

En la primera sesión de quimioterapia conocimos a Nuria y Manuela, las enfermeras del hospital de día. Nos hacían ver el tratamiento de la quimioterapia con normalidad, dándonos muy buenos consejos. Poco a poco fuimos conociéndonos y compartiendo nuestras vivencias familiares y personales. Hemos construido una amistad que después de terminar el tratamiento seguimos manteniendo. Después de terminar todas las sesiones de quimioterapia, mi cirujano, Joaquín García, nos explicó con un dibujo, de una forma muy comprensible, las dos posibles cirugías, con sus ventajas e inconvenientes. Decidimos conjuntamente que me practicaría una mastectomía radical. Él y su enfermera Lola siempre nos han transmitido mucha paz, con su amabilidad y empatía. Una vez recuperada de la cirugía, recibí 30 sesiones de radioterapia.

Llevo tres años con terapia hormonal, con tamoxifeno. Tengo mis revisiones semestrales con mi oncóloga, no solo de control del cáncer: también del tratamiento actual, ya que me ha ocasionado engrosamiento del endometrio, teniendo que practicarme dos histeroscopias en dos años. Mi vida ha cambiado. Poco a poco me recupero del proceso. Intento cuidarme todo lo que puedo. He comprendido lo importante que es, para prevenir el cáncer y una recaída, seguir hábitos de vida saludable.

Padezco linfedema en el brazo de la mama operada, por lo que hago todos los días una tabla de ejercicios y un automasaje que me enseñó la fisioterapeuta del hospital. Para evitar el sedentarismo, práctico marcha nórdica dos días en semana. Y otros dos acudo a una sesión de ejercicio funcional impartida por una profesora de la Universidad de Sevilla dentro de su proyecto VidaOn. Para evitar la obesidad, mi alimentación se basa en la dieta mediterránea, con verduras, frutas y legumbres. No consumo alcohol, alimentos procesados ni refrescos. Por supuesto, no fumo.

Después de terminar todos los tratamientos, decidí ayudar a otras pacientes y lo hago impartiendo el taller de cáncer de mama de la Escuela de Pacientes de Andalucía en el Hospital Universitario Virgen de Valme de Sevilla. Una de mis preocupaciones es que otras pacientes de cáncer de mama puedan encontrar información fiable y comprensible en Internet. Por ello, me he formado en redes sociales aplicadas en salud y estoy centrada en realizar una labor de divulgación sobre este tema a través de internet. Colaboro con la Fundación Actitud frente al Cáncer, gestionando desde hace dos años, la cuenta de Twitter de la red social Creamos Lazos frente al cáncer de mama: @CL_CancerdeMama. A través de ella, hago llegar a las pacientes, familiares y asociaciones, información fiable y comprensible sobre todos los aspectos relacionados con la enfermedad.

A una persona que sea diagnosticada hoy con mi mismo tipo de cáncer de mama le recomendaría que confíe en su oncólogo y en las enfermeras que la atienden. Que no tenga miedo a preguntar todas sus dudas sobre el tipo de cáncer de mama que padece, el tratamiento, los efectos secundarios que sufra o cualquier otro aspecto sobre el que quiera estar informada. Les recomiendo una libreta pequeña en la que apuntar todo lo que quieran preguntar en la consulta, a mí me dio muy buen resultado.

Creo que las pacientes de cáncer de mama debemos interesarnos por saber sobre esta enfermedad y estar al día, en la medida de lo posible, sobre los últimos avances en su investigación. Animo a las pacientes a asistir a los encuentros, jornadas y congresos dirigidos a pacientes de cáncer de mama, en los que puede adquirir información segura.

A las pacientes que tengan secuelas como yo, las invito a que aprendan a adaptarse a los cambios. Yo transformé mi miedo a lo desconocido en inquietud por saber. Decidí formarme en cómo prevenir el cáncer y una posible recaída y utilizo las redes sociales para hacer llegar esta información a otras pacientes.

LA HISTORIA DE YOANA

(triple negativo)

Tenía 36 años cuando fui diagnosticada. Estaba de baja por haber tenido un accidente de tráfico y noté un bulto en el pecho. No soy hipocondríaca, pero me alarmé y acudí al médico. Se activó el protocolo de ecografía y mamografía, a las que siguió la biopsia. Mientras esperaba los resultados de las pruebas, me reincorporé al trabajo. Pensaba que era imposible que fuera a tener un cáncer: hacía mucho deporte, seguía una dieta equilibrada, no fumaba ni bebía… Además, me acababa de independizar. Al ir a consulta, jamás podía imaginarme que me fueran a decir que tenía un tumor y que parecía agresivo.

Comenzaron entonces las pruebas para determinar qué tipo de tumor era. Se me cayó el mundo encima, no podía creer lo que me estaba sucediendo. No paraba de preguntarme por qué a mí y por qué en ese momento, cuando parecía que estaba iniciando una nueva vida, tras el accidente. No paraba de preguntarme por qué en ese momento, por qué y para qué ahora, cuando parecía que estaba retomando mi vida. En todo el proceso de la enfermedad he intentado sacar el aprendizaje que dan las adversidades de la vida.

El resultado de las pruebas fue que se trataba de un cáncer de mama triple negativo, la única opción era la quimioterapia. Veinte días después del diagnóstico comenzaron las sesiones, que se acabaron prolongando durante un largo y duro año. Seis quimios lograron reducir el tamaño del tumor, que era muy grande, y me operaron. Posteriormente, hubo otras cuatro sesiones de quimioterapia y, además, radioterapia. El proceso comenzó un 29 de agosto y concluyó el 31 de julio siguiente; son fechas que no olvido. Finalmente, no tuvieron que quitarme el pecho, pero me operaron dos veces.

Una de las partes más duras fueron los efectos secundarios: tras cada quimioterapia tenía que quedarme ocho días en la cama. También fue muy difícil la pérdida de pelo, que me impedía desconectar del cáncer. Desde el principio, tuve claro que era muy importante normalizar la enfermedad. Por eso, me senté con mis padres en casa y les pedí que no ocultaran su dolor y su tristeza. Quería que fueran siempre sinceros conmigo para que no lo pasáramos todos peor.

Uno de los aspectos que más me llama la atención es el tabú y el miedo que aún impera en la sociedad respecto a la enfermedad, que se asocia casi siempre con muerte. Aunque creo que este aspecto comienza poco a poco a normalizarse, el camino para recorrer es aún muy largo. Especialmente de cara al paciente y al entorno; la gente no sabe cómo tratar al paciente, cómo actuar, les da miedo. E incluso, tienen la sensación de que el cáncer es algo contagioso.

Cuando estás enferma, se necesita muchísimo cariño y apoyo. Un cariño que, en muchas ocasiones, lo puedes demandar y, en otras, me gustaría que fuera espontáneo. Por eso, pido que se trate la enfermedad de la manera más natural posible y así se lo pedí tanto a mi familia como a amigos. Mi principal consejo para las pacientes es que intenten seguir con su vida dentro de los límites que el cáncer les deje.

La ayuda de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) ha sido clave. Ya en la primera consulta, el oncólogo me derivó a la psicooncóloga del hospital, que colabora con esta asociación. Las secuelas de la enfermedad fueron lo primero que me explicaron, como la caída del pelo. Y me fueron dando opciones, como el uso del pañuelo o la peluca. Los consejos comenzaron enseguida: la primera quimioterapia me la dieron un lunes y, al día siguiente, acudí a la sede de la asociación con mis padres, para hablar con la psicóloga y la asistente social. En ese momento me sentí arropada, sentí que era un sitio al que poder ir en cualquier momento el hecho de que estuvieran me sirvió muchísimo.

Me ofrecieron pelucas o talleres de pañuelos y me asesoraron sobre cremas para la piel, lo que permitió que me sintiera como en un pequeño refugio. Y he mantenido el contacto y trabajo con la AECC en agradecimiento a su trabajo y para ayudar a otros enfermos. He participado ya en varias campañas de la asociación. La primera fue con Rozalén, en el que varias chicas contamos nuestra experiencia y luego salimos con ella en el videoclip. También formé parte de la campaña Doy la cara por ti. E hice un vídeo promocional para una plataforma digital en la que conté mi historia. La última colaboración ha sido con la campaña Llámalo Cáncer, con la que la AECC quiere recalcar que las personas con cáncer no deben ser estigmatizadas.

En resumen, desde que te dicen que tienes un tumor, todo apoyo e información son imprescindibles. Es necesario que haya protocolos, aunque me consta que se hace en muchos hospitales. No soy valiente. Este tumor ha hecho que saque fuerzas para luchar de donde no sabía que existían, porque lo importante es vivir. Y aún queda mucho por vivir.

ARTÍCULOS RELACIONADOS